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No. 220, Apr. 3-9, 2003

Hambre en el país de la opulencia
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Un sentimiento antiyanqui que viene de lejos

Por Mario Osava

Rio De Janeiro, Brasil, 26 de marzo (IPS)— América Latina no resucita el ánimo anti-estadounidense del pasado por la invasión de Iraq, sino que ese ataque hizo estallar un sentimiento que venía creciendo en los últimos tiempos, según analistas.

Esa tendencia se manifestó en la elección de los presidentes Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, y Lucio Gutiérrez, de Ecuador, y refleja “el fracaso de cierta política del Fondo Monetario Internacional (FMI) que en general se le ha atribuido a Estados Unidos”, dijo a IPS Ricardo Israel, ex director del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile.

El nuevo antiimperialismo se alimenta también de las posiciones de Washington en la negociación del Area de Libre Comercio de las Américas y de su reacción unilateral a los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, según Clovis Brigagao, director del Centro de Estudios Americanos, de Río de Janeiro.

Con ese diagnóstico coincidió Marcos Coimbra, director del brasileño Instituto Vox Populi, de estudios de opinión pública. “No hay encuestas sobre eso en Brasil, pero es visible el sentimiento” revelado en actos contra la guerra, evaluó para IPS.

“Las raíces de ese cambio son anteriores”, y se deben al conjunto de políticas denominado “neoliberalismo”, de apertura comercial, privatización y desnacionalización de la economía, cuyos resultados no satisfactorios reforzaron el nacionalismo en desmedro de Estados Unidos, señaló.

Ese sentimiento también fue estimulado por las “críticas contundentes” de Lula a la guerra y a las políticas estadounidenses. Pero entre los brasileños hay una ambivalencia, “una mezcla de hostilidad y admiración” hacia Estados Unidos, destacó Coimbra.

Las actuales manifestaciones antibélicas son distintas que las de los años 60 y 70, porque el antiimperialismo del pasado era “exclusivo de la izquierda, y el de ahora es de todos, la derecha también critica a Estados Unidos”, observó Newton Carlos, un veterano comentarista internacional en televisión y diarios de Brasil.

Un ejemplo es la cobertura de la guerra por los grupos de comunicación Globo y Estado de Sao Paulo, siempre identificados con el sector conservador del país, apuntó.

El diario O Globo publica desde el 20 de este mes un suplemento especial titulado “La guerra de Bush”.

Las políticas del presidente estadounidense George W. Bush, y en especial el ataque a Iraq, “afectan el prestigio de Estados Unidos” y la reacción es contra el país, sin mucha distinción entre gobierno y pueblo, ya que la población estadounidense apoya la guerra, opinó Carlos.

Pero justamente en Cuba, que sufre el bloqueo económico de Estados Unidos hace cuatro décadas, se hace el mayor esfuerzo en establecer esa distinción.

Hace años que no se quema una bandera estadounidense en ese país, un acto de protesta que pasó a ser frecuente en los últimos días en muchos países latinoamericanos.

Apedrear embajadas de Estados Unidos y locales comerciales de firmas de ese país, promover el boicot de sus productos y empresas e insultar a Bush también se ha vuelto habitual en las manifestaciones de la región contra la invasión de Iraq.

En Buenos Aires, Quito, Sao Paulo y México, entre otras grandes ciudades, hubo agresivas acciones contra símbolos estadounidenses, y embajadas y consulados tuvieron que ser protegidos por la policía.

En Quito, activistas pintaron las vidrieras de locales de la firma de transporte aéreo de pasajeros American Airlines y las cadenas de comida rápida Pizza Hut y McDonald´s, además de arrojar huevos contra ellas, en una manifestación realizada el 20 de este mes, en la cual participaron más de 5.000 personas.

La ampliación del sentimiento antiestadounidense en Argentina fue reconocida por 58 por ciento de las personas entrevistadas por el instituto Graciela Romer y Asociados en diciembre pasado. En este mes el índice subió a 71 por ciento, y entre los jóvenes llegó a 80 por ciento.

En la encuesta de este mes, 89 por ciento de los consultados se opusieron a la eventual participación argentina en la guerra.

Eso pone en dificultades el ex presidente argentino Carlos Menem (1989-1999), candidato en las elecciones presidenciales que se prevé realizar el 27 de abril. En 1991, Menem apoyó a Estados Unidos en la Guerra del Golfo, e incluso aportó dos buques de guerra a la alianza contra la invasión iraquí de Kuwait.

“Votar a Menem es ir a la guerra”, afirmó Elisa Carrió, del partido Alternativa por una República de Iguales y también postulante a la presidencia.

La actual mayoría antibélica y antiestadounidense en Argentina que sugieren las encuestas surgió en terreno abonado por la grave crisis socioeconómica que sufre ese país desde hace más de un año y medio, ya que Washington se ha negado a facilitar acuerdos con el FMI y el Banco Mundial, según el analista Rosendo Fraga.

Pero el repudio a la guerra en América no se expresa en movilizaciones masivas, y sólo hay focos de activismo antibélico en Argentina y Brasil, afirmó Rodolfo Fernández, director de estudios internacionales del Instituto Tecnológico de México, en entrevista con IPS.

Los mexicanos tienen con su vecino del norte una relación “esquizofrénica, pues por un lado creen que Estados Unidos es el origen de la mayoría de sus males, y por otro envidian y buscan el ‘american way of life’“, (estilo de vida estadounidense, en inglés), sostuvo.

Sin embargo, 82 por ciento de los mexicanos consultados en una encuesta opinaron que el presidente Vicente Fox debe mantener un firme rechazo a la guerra.

El chileno Israel previó que la evolución de la opinión pública dependerá de la duración de la guerra, del grado de adhesión a Saddam Hussein que muestren los iraquíes y de que se encuentren o no en Iraq las armas de destrucción masiva cuya existencia fue invocada por Washington para lanzar el ataque.

Pero aunque las tropas británico-estadounidenses muestren depósitos de armas prohibidas en Iraq, “siempre quedará la legítima duda de si se trata de montajes de la CIA” (Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos), porque el gobierno de Bush ya violó leyes internacionales y “no conoce la ética”, opinó María Céspedes, estudiante universitaria de Santiago.

* Con aportes de Dalia Acosta (Cuba), Diego Cevallos (México), Gustavo González (Chile), Kintto Lucas (Ecuador) y Marcela Valente (Argentina).

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Hambre en el país de la opulencia

Por Haider Rizvi

Ciudad de Nueva York, Nueva York, 26 de marzo (Tierramérica)— Mientras Estados Unidos protagoniza una costosa guerra contra Iraq, 30 millones de estadounidenses sufren hambre, entre ellos 12 millones de niños, dijo a Tierramérica Anuradha Mittal, codirectora del Instituto de Políticas sobre Alimentación y Desarrollo, con sede en California.

Casi 33 millones de habitantes de Estados Unidos viven debajo de la línea de pobreza, según el último informe de la gubernamental Oficina de Censos, que identificó a niños y niñas, madres solteras y ancianos como los sectores con mayor riesgo de sufrir hambre.

De acuerdo con esos datos oficiales, la proporción de pobres aumentó de 11,3 en 2000 a 11,7 de los 281 millones de habitantes en 2001. Ese porcentaje casi se duplica en las comunidades negra e hispana.

El gobierno de George W. Bush pretende asignar este año unos 400 mil millones de dólares al presupuesto de defensa, mientras destina sólo 16.000 millones a la asistencia social, advirtió Mittal, cuyo instituto promueve el desarrollo sustentable y la justicia alimentaria mundial.

Tras iniciar la guerra contra Iraq el 20 de este mes, Bush estimó que ésta tendría un costo aproximado de 75.000 millones de dólares.

La invasión dirigida por Bush “no es solamente una guerra contra Iraq”, sino “una guerra contra la gente pobre de Estados Unidos”, señaló. “Quieren financiar la guerra con recortes en los gastos de salud y educación de los niños”, añadió.

“El derecho a la alimentación, la vestimenta, la vivienda, la educación, la salud y el empleo son fundamentales para la supervivencia. La pobreza, las enfermedades y el analfabetismo menoscaban la dignidad humana con tanta eficacia como las dictaduras militares”, apuntó Mittal, experta en el sistema mundial de distribución de alimentos.

La activista recordó que el Senado de Estados Unidos aún no ratificó el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales aprobado en el marco de la Organización de las Naciones Unidas en 1966 y firmado por este país durante el gobierno de Jimmy Carter (1977-1981).

Hispanos y negros, las minorías étnicas más numerosas con 37 y 36 millones de personas, respectivamente, sufren dificultades económicas a causa de problemas educativos, según el Instituto de Políticas Públicas, organización no gubernamental radicada en California.

“El lento progreso económico de los estadounidenses de origen mexicano es un problema muy serio de política pública”, dijo el investigador del Instituto Jeffrey Grogger, profesor de la Universidad de California.

Encontrar mecanismos para cerrar la brecha entre los mexicano- estadounidenses y la población blanca será un largo proceso, según Grogger.

La Oficina de Censos calculó que 37 por ciento de los hogares encabezados por mujeres hispanas —la mayoría mexicanas— vive en la pobreza.

Entre 1991 y 1998, más de siete millones de inmigrantes ingresaron en Estados Unidos. Tres millones procedían de América Latina, la mayoría de México. La desigualdad económica también afecta a los inmigrantes originarios de todos los países latinoamericanos.

“He estado limpiando casas en los últimos 15 años”, dice Isabel, nacida hace más de 50 años en República Dominicana y madre de dos hijos. “Quiero regresar a mi país, pero no puedo. Necesito más dinero. El dinero está aquí”.

Isabel y sus hijos carecen de seguro médico, al igual que casi 40 millones de habitantes no blancos de Estados Unidos, que obtienen un salario mínimo en diferentes sectores de actividad y oficios.

En una ciudad como Nueva York, donde residen muchos inmigrantes, Isabel no es la única con problemas económicos. Allí hay decenas de miles de desempleados, muchos viviendo en las calles sin siquiera figurar en las estadísticas de la Oficina de Censos.

El alcalde neoyorquino Michael Bloomberg, un millonario perteneciente como Bush al Partido Republicano, desea que la ciudad “haga más con menos”, y redujo los empleos públicos ofrecidos en el verano a jóvenes de clase obrera de 36.000 en 2002 a 5.600 este año.

“El hambre lleva a nuestra nación a perder conocimientos, inteligencia y productividad (...). No sólo afecta a los niños pobres y a sus familias, sino al futuro de Estados Unidos”, sostuvo el no gubernamental Instituto para la Política Alimentaria.

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